Especial 8M: Cómo Gloria Steinem se convirtió en la ‘feminista más famosa del mundo’

Un extracto de su libro ‘Mi vida en la carretera’ (2015), detalla toda una vida de lucha por los derechos de la mujer.

Por Francisca Vives K. / @franvivesk Fotos: @gloriasteinem

Estamos en 2022 y aunque la brecha se ha acortado mucho, la fuerza del feminismo en las sociedades occidentales ya no es un sueño, es una realidad. El movimiento feminista ha adquirido especial relevancia en los últimos años después de que mujeres de todo el mundo reaccionaran con sororidad ante la terrible violencia machista, la desigualdad salarial o la falta de ecuanimidad en el reparto de las tareas domésticas, entre tantas otras.

Pero hace apenas 50 años nada de ello era así. Muchas mujeres seguían sentenciadas a no poder elegir su vida, a no poder estudiar, a no tener libertad para decidir sobre su propio porvenir, su sexualidad, mucho menos su carrera. No había otra opción que permanecer en la casa cuidando a los hijos y al marido. 

Afortunadamente las décadas de los 60 y 70 fueron cruciales para las mujeres, pues la tercera ola feminista, al hilo de las revoluciones estudiantiles y del movimiento hippie, desencadenó grandes avances, como el control de la natalidad mediante la píldora, la incorporación al mercado laboral, el divorcio… Pero para que todo esto que nos parece tan ‘normal’ hoy llegara, fue esencial el papel de una mujer, la periodista y activista estadounidense Gloria Steinem, considerada como la mayor feminista de la historia: una mujer que cambió para siempre la vida de todas nosotras. 

Sin pelos en la lengua… ¡Nunca!

El 7 de octubre de 2016, el New York Times publicó un perfil de Gloria Steinem y su amor por Nueva York. El reportaje decía en su comienzo: “Gloria Steinem inició su carrera como agente de la CIA, consiguió su oportunidad como conejita Playboy, se casó con el padre de Christian Bale y ahora produce un programa para el canal de televisión por cable Viceland…”A sus 82 años -continuaba el artículo-, Steinem sigue manteniendo una ‘agenda de estrella del rock’, organizando, dando conferencias, recaudando fondos, haciendo campaña para los candidatos políticos y promocionando su nuevo libro, Mi vida en la carretera“. El artículo era un poco exagerado, sí, pero en general equilibrado y positivo, y muchas en la situación de Gloria, yendo de ciudad en ciudad en una gira de libros, preocupada de cosas importantes, quizás habrían pasado de largo el tema con una copa de espumante y una buena conversación con una amiga. Al fin y al cabo, ¿qué podía importar?

Pero por eso Gloria Steinem es Gloria Steinem, una mujer difícil. Las cosas sí importan. El lenguaje importa. La historia importa. La verdad importa. En el transcurso de esa semana, Gloria respondió al artículo del Times con una carta al director, aclarando los hechos que se escondían tras el titular. Ella no era un agente de la CIA, pero había asistido a dos festivales juveniles respaldados por la Unión Soviética en la década de 1960, su viaje había sido financiado por una fundación subvencionada por la agencia. Nunca había sido una conejita Playboy, pero se puso el traje para ir de incógnito durante 10 días para escribir un reportaje. Y David Bale, su difunto marido, no era simplemente el padre de un famoso actor, sino que tenía una identidad propia, como empresario y activista de los derechos de los animales.

El tono de aquella carta era el clásico de Gloria Steinem: frío, tranquilo e ingenioso. Aunque los hechos que mencionaba el Times no eran técnicamente incorrectos, la historia estaba mal contada y esa no es característica de Gloria, conocida como la feminista más famosa del mundo, quien lleva 55 años empujando la roca de la liberación femenina cuesta arriba.

Sus inicios

La propia infancia de Gloria Steinem daría para una excelente serie de TV. Nació en Toledo, Ohio, el 25 de marzo de 1934, en plena Depresión. Su padre, Leo, era “un vendedor ambulante de antigüedades”, lo que suena como una profesión real. En realidad era un nómade encantador, patológicamente incapaz de quedarse en un solo lugar, que arrastraba a su mujer, Ruth, y a sus dos hijas por todo el país en una caravana, comprando y vendiendo antigüedades simplemente para llegar al siguiente lugar.

La pequeña Gloria se lo pasaba en grande. En Mi vida en la carretera escribe sobre la alegría de parar en el camino para comprar refrescos de uva Nehi en bencineras de medio mundo y registrarse en un hotel cuando la familia necesitaba una ducha. A veces, en su casa de Toledo, su padre tenía unas ganas tan intensas de estar en la carretera que dejaban los platos sucios de la cena en el lavaplatos y se iban. Esto era un infierno para su ansiosa madre, que se preocupaba por las cosas que a las mujeres responsables siempre les preocupan, como dónde podrían comer la próxima vez. Ruth era mentalmente frágil y había sufrido una o dos crisis nerviosas antes de que naciera Gloria.

Cuando Gloria tenía 10 años, Ruth y Leo se divorciaron; su hermana mayor ya estaba en el Smith College. Leo se marchó a California, dejando a Gloria y a su madre. Su relación con Ruth era difícil y conmovedora. Una y otra vez, vio cómo los médicos desestimaban la evidente angustia y la enfermedad mental de su madre, y mucho antes de ser feminista, reconoció un sesgo anti-mujer cuando lo vio. 

Al igual que su hermana, Gloria se matriculó en Smith, donde se graduó Phi Beta Kappa ( la sociedad de honor más antigua para las artes y ciencias liberales) en 1956. Después de la universidad, se trasladó a Nueva York para convertirse en periodista. Su primer encargo importante fue un reportaje para la revista Esquire sobre el estado de la anticoncepción. Era 1962, y la píldora era una gran noticia, aunque aún faltaban 10 años para que estuviera disponible para todas las mujeres estadounidenses, independientemente de su estado civil. La famosa historia de la conejita de Playboy, escrita para una revista llamada Show, llegó un año después. Gloria se centró en la forma en que las conejitas eran explotadas y acosadas sexualmente en el Club Playboy de Nueva York de Hugh Hefner. Su conclusión fue radical: “El hecho de que las conejitas sirvieran a hombres de negocios cachondos con copas y filetes poco hechos no significaba que les gustara que las manosearan”.

En 1969, Gloria hizo un reportaje sobre una manifestación a favor del aborto para New York Magazine. Recordemos que la libertad de elección no llegaría hasta 1973, y que las mujeres reunidas en el sótano de la iglesia de Greenwich Village que se levantaron y le contaron sus historias a Gloria eran básicamente criminales que probablemente tenían suerte de estar vivas. Gloria tuvo su propio aborto secreto cuando tenía 22 años, realizado en Londres por el médico al que dedicó Mi vida en la carretera. La historia que escribió sobre el aborto se debe a su adhesión activa al feminismo.

Feminista de tomo y lomo

Los años 70 fueron determinantes para Steinem: se unió a otras feministas como Bella Abzug y Betty Friedan y creó el Caucus Político Nacional de Mujeres, que trabajó por los problemas de la mujer

En 1971, Gloria cofundó la revista Ms. con la activista afroamericana Dorothy Pitman Hughes, el primer medio feminista de la historia, que también fue pionero en sacar en portada temas como la violencia contra las mujeres (1976). Cincuenta años después, sigue siendo miembro del comité de dirección.

Durante las dos décadas siguientes, se subió a un avión cada pocos días, viajando para dar a conocer por qué la vida de las mujeres era tan importante como la de los hombres.

En La mística femenina, Betty Friedan abordó el hastío que sentían las mujeres blancas de clase media con estudios que se veían obligadas a entregar sus ambiciones e identidades a los rigores del hogar suburbano. Pero la visión de Gloria siempre fue global. Comprendía que la raza, la clase y la casta (viajó durante dos años después de la universidad a la India) tienden a duplicar y triplicar el grado de opresión al que están sometidas las mujeres. A ella misma la tacharon de “chica reportera” y tuvo problemas para arrendar un departamento porque los propietarios creían que las mujeres solteras eran demasiado irresponsables para ser económicamente fiables. (La sensación era que si por algún milagro eran capaces de pagar el arriendo todos los meses a tiempo, era porque eran prostitutas o la amante de algún hombre). Aunque esa actitud era exasperante, Gloria ya era consciente de que no era nada comparado con las injusticias que sufrían las mujeres de color y las del mundo en desarrollo.

A principios de la década de 1970, tras el lanzamiento de la revista Ms., Gloria se convirtió en la llamada cara del feminismo. Esquire la apodó “la pin-up de los intelectuales”. Despreciada por los conservadores, hasta hoy (algunos de los cuales piensan que el feminismo es un mal capaz de hundir la nación), fueron en aquella época también muchas de sus propias hermanas feministas las que estaban abiertamente descontentas con el interés de los medios de comunicación por Gloria. Se suponía que el pensamiento nuevo, las ideas radicales, los análisis audaces y un colectivo de conciencias elevadas harían flotar el barco feminista, y no una mujer que se movía tan bien en minifalda. 

Gran parte de la reacción se debió a esa maldita historia del Show de 1963, y a la foto que la acompañaba de Gloria con todos los atributos de la conejita (una pieza de satén sin tirantes, un extraño cuello con una diminuta humita negra, puños de satén a juego y unas grandes y ridículas orejas sujetas a un cintillo). Las consecuencias de la historia del conejito duraron décadas. Sea lo que sea lo que Gloria pretendía hacer —periodismo de investigación, activismo político, fundación de revistas …—, fue descartada por ser demasiado atractiva. Una completa locura, porque para las mujeres —sean o no, entonces como ahora, posiblemente por los siglos de los siglos, amén— ser consideradas atractivas es siempre una de las cartas más altas de sus respectivas barajas.

El pensamiento erróneo común sobre el feminismo (¡todavía!) es que sólo las mujeres sencillas (hay otros adjetivos que es imposible nombrar por vergüenza) quieren la igualdad de derechos porque no están lo suficientemente buenas para atraer a un marido. En otras palabras, jugarían el juego patriarcal si pudieran. Uno pensaría que toda la gente erudita que opinaba sobre el feminismo en los años 70 habría sido más inteligente que eso, o al menos habría sido consciente de que la vida era complicada. (Clay Felker, fundador de la New York Magazine y antiguo jefe de Gloria, dijo una vez que el cuidado de los niños era el único problema real de las mujeres; si sólo importaran más niñeras, todo iría bien).

Pero, ¿qué pasaría si el marido de una mujer hermosa muriera, se divorciara de ella o resultara ser un imbécil tan abusivo que no pudiera seguir casada? ¿Y si, a pesar de su belleza, una mujer fuera lo suficientemente inteligente como para querer tener una tarjeta de crédito a su nombre? (No fue posible hasta 1974.) ¿Y si su jefe la presionara en el trabajo? (El acoso sexual no es procesable hasta 1977.) ¿O se queda embarazada? Esas cosas pasaron, y pasan todos los días. ¿Por qué las mujeres no querrían leyes para protegerse? 

Volviendo a Gloria, fue en este tiempo cuando junto a Dorothy Pitman Hughes posaron para el fotógrafo Dan Wynn para la legendaria foto en la que ambas aparecen con el puño en alto representando el empoderamiento femenino de dos mujeres de distinto color. Fue publicada en 1971 en la revista Esquire. Un año después, se convirtió en la primera mujer en dar un discurso en el Club Nacional de Prensa, en el que criticó a los medios por la falsa integración de las minorías en las redacciones.

Sus pensamientos fueron criticados por feministas extremas, por trabajar respaldada por la CIA; otros cuestionaron su vinculación al movimiento por mostrar una imagen tan elegante y glamorosa. Pero ella siguió haciendo su trabajo, escribiendo por y para las mujeres. Así, en 1978 redactó para ‘Cosmopolitan’ la sátira ‘Si los hombres pudieran menstruar’, imaginando un mundo en el que los hombres tuvieran el periodo y concluyendo que para ellos sería un motivo de honor en vez de la vergüenza que experimentan las mujeres.

Los 80 y 90

En la década de los 80 publicó una de las obras más importantes de su carrera, una colección de ensayos titulada ‘Outrageous Acts and Everyday Rebellions’ (1983)—traducible por ‘Actos escandalosos y rebeliones cotidianas’— . Allí abordó temas como la importancia del trabajo, la relación entre la comida, malnutrición y discriminación femenina o la brutalidad de la mutilación genital. Tres año después y luego de ser diagnosticada con cáncer de mama publicó ‘Marilyn: Norma Jean’, un ensayo sobre la actriz en el que recalcaba la fragilidad de su persona, su infancia torturada y su enorme carisma y complejidad, desmontando los mitos de la ‘ambición rubia’ de Hollywood. 

Los 90 llegaron con críticas tras su libro ‘Revolution from Within: A Book of Self-Esteem’ (1992)—’Revolución desde dentro: un libro de autoestima’—, porque algunas feministas pensaban que el enfoque de la autoestima no encajaba en el movimiento. Algo que sorprendió a Gloria, quien creía que tener una imagen confiada en uno mismo era crucial para generar el cambio.

Nuevo milenio

En el año 2000, Gloria se casó con un hombre más joven, David Bale (él tenía 59 años, ella 66). Hubo mucho revuelo: Todos creían que Gloria Steinem odiaba el matrimonio. “Yo no cambié. El matrimonio cambió”, dijo. “Nos pasamos 30 años en Estados Unidos cambiando las leyes de matrimonio. Si me hubiera casado cuando debía hacerlo, habría perdido mi nombre, mi residencia legal, mi crédito, muchos de mis derechos civiles. Eso ya no es así. Es posible hacer un matrimonio igualitario”.

Ahora, a sus 80 años, Gloria no ha cambiado ni un poco. El 25 de marzo de 2014, celebró su 80º cumpleaños montando en elefante en Botsuana. Después se fue a la India y luego a California. Todavía se tiñe el pelo, pero ha renunciado a la cirugía plástica. Sigue teniendo una estructura ósea estupenda. Y una de las cosas que le gusta de la edad es su falta de libido. “Las células cerebrales que solían estar obsesionadas están ahora libres para todo tipo de cosas”, comenta. “Intento decírselo a las mujeres más jóvenes, pero no me creen”. 

Algunas mujeres difíciles se vuelven más difíciles con la edad, pero Gloria no tiene que hacer nada. Es una de esas mujeres que irritan a la gente por el mero hecho de seguir en la superficie. Se podría pensar que el impulso cultural colectivo sería tratar a Gloria Steinem como una persona mayor y genial. Lamentablemente, no es así. Los ancianos controvertidos suelen tener un pase, pero no así las mujeres que hacen cruzadas y hablan con franqueza.

En los últimos años, ha seguido muy activa dando conferencias, asistiendo a manifestaciones, escribiendo su biografía —Mi vida en la carretera (2015) —, apoyando carreras políticas como la de Hillary Clinton, acudiendo a eventos e incluso participando en ficciones como ‘El Club de las primeras esposas’ (1996) o la serie ‘The Good Wife’ (2009). Ha seguido ejerciendo de periodista, estrenó dos documentales y una serie en la que fue productora ejecutiva: ‘Project Soar’, ‘My name is Andrea’ y ‘Untitled Sojourner Truth Project’.

A sus casi 88 años, Steinem no piensa tirar la toalla ni dejar de luchar por las causas feministas. Queda mucho por hacer. Un ejemplo de ello fue en 2020 apoyando el estreno de ‘The Glorias’. Con su característico humor aseguraba: “Cuando Julie Taymor me llamó para decirme que Mi vida en la carretera debería ser una película, me sentí como si yo misma formara parte de una película. Imágenes de Frida pasaron por mi cabeza, con los colores de Kahlo brillando en la pantalla, y de ‘Across the Universe’, con las canciones de los Beatles convertidas en un movimiento de paz mundial”. Porque así nos gustaría que fuera el feminismo: pacifista, lleno de sororidad, inspirador y con mucho, mucho color. 

El año pasado, Gloria Steinem fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, pronunciando un memorable discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo a razón de todo aquello que pudimos reconocer como sociedad durante la pandemia, afirmando con anhelo: “Este último año nos ha enseñado mucho, y espero que pensemos en cómo valorar las lecciones aprendidas”.

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