Neurobarro y el arte de calmar la mente

El artista chileno Sebastián Zuazagoitia lidera Gres Experience, una iniciativa que une arte, neurociencia y bienestar emocional a través de talleres de cerámica con foco terapéutico. ¿El objetivo? Reducir la ansiedad, recuperar la atención plena y reconectar con uno mismo… desde las manos.

En un mundo donde los estímulos digitales no dan tregua y la ansiedad se vuelve una constante, emerge una práctica milenaria con nuevas promesas: la cerámica. Pero no como simple expresión artística, sino como una experiencia transformadora para la mente y el cuerpo. A eso apuesta Sebastián Zuazagoitia, artista chileno y fundador de Gres Experience, un proyecto que propone reconectar a las personas con el presente a través del barro.

“Cuando moldeamos barro, el cuerpo entra en otro ritmo. La mente se aquieta, la respiración se vuelve consciente, y aparece una sensación de control que calma la ansiedad”, explica. En colaboración con psicólogos y terapeutas, Zuazagoitia ha diseñado talleres en los que la técnica es secundaria. Lo esencial es lo que sucede entre el material y quien lo trabaja: una conversación silenciosa que involucra tacto, pausa y concentración.

Esta propuesta se apoya en estudios de neurociencia que muestran cómo las actividades manuales –especialmente las que involucran materiales como la arcilla– estimulan áreas cerebrales clave para el bienestar. Según investigaciones publicadas en el Journal of Applied Arts & Health, trabajar con cerámica activa la corteza prefrontal, zona asociada a la autorregulación emocional, el foco y la toma de decisiones. Además, la manipulación del barro libera dopamina, lo que potencia sensaciones de placer y motivación.

Zuazagoitia lo define como una “meditación activa”. Una práctica que no exige experiencia previa ni silencios incómodos, solo la disposición a ensuciarse las manos y dejar que el cuerpo tome la delantera.

Una de las apuestas más innovadoras de Gres Experience es su enfoque grupal y corporativo: talleres pensados para equipos de trabajo o personas que buscan herramientas de autocuidado sin etiquetas clínicas ni estigmas. En ese espacio compartido, la cerámica no se trata de crear una obra perfecta, sino de transitar un proceso: respirar, moldear, observar.

“La cerámica entrega algo que la pantalla nunca va a dar: contacto real, textura, pausa, tiempo”, concluye Zuazagoitia. Y en ese contacto, quizás, está el secreto para volver a sentirnos presentes.

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