Cartier deslumbró en el Hotel Carlyle con la fiesta más exclusiva de la noche luego que finalizara la Met Gala. Una cita repleta de estrellas, copas de espumante y una inesperada cacería de joyas que hizo vibrar el Upper East Side.
Mientras los flashes se apagaban en la escalinata del Met, la verdadera magia recién comenzaba a unas cuadras de distancia. El legendario Hotel Carlyle, epicentro del encanto neoyorquino más clásico, se transformó en un escenario de fantasía cuando Cartier desplegó todo su esplendor para celebrar la after-party más codiciada de la temporada.
El bar Bemelmans, con sus murales dorados y su historia de secretos bien guardados, fue el telón de fondo de una velada que parecía sacada de una película. Lupita Nyong’o, Anne Hathaway, Gigi Hadid, Sienna Miller, Rihanna y Hailey Bieber fueron solo algunas de las luminarias que cruzaron sus caminos entre copas de Martini, diamantes relucientes y un aire de sofisticación sin esfuerzo.
Cartier, fiel a su legado de excelencia, convirtió el salón principal en una instalación viva: proyecciones en rojo intenso, arreglos florales monumentales y un detalle inesperado que desató murmullos entre los asistentes. La joya de la noche —literalmente— fue una búsqueda del tesoro secreta organizada por la maison, en la que los invitados participaron para hallar piezas ocultas y llevarse premios exclusivos.
El ambiente era eléctrico y exquisito a partes iguales. Cada rincón parecía diseñado para enamorar: los reflejos en los cristales, los vestidos de alta costura, el murmullo suave de conversaciones entre íconos del cine, la moda y la música. En esa atmósfera perfecta, Cartier volvió a demostrar que no solo crea joyas: crea momentos inolvidables.
Y en el corazón de todo, el Carlyle brillaba con luz propia. Con su elegancia inalterable, este ícono del Upper East Side se consolidó una vez más como el refugio favorito de las élites culturales y sociales. Una noche como esta no se olvida… porque ni el glamour ni la historia se improvisan.
