La hazaña espacial de Laika cumple 63 años

El 3 de noviembre de 1957 la perrita Laika, recogida de las calles de Moscú, fue lanzada al espacio en el satélite ruso Sputnik 2, en un viaje que desde un principio se sabía no tenía retorno.

Por Francisca Vives K / @franvivesk

Laika no regresó. Lejos de ser una heroína, la perrita mestiza recogida de las calles de Moscú, se convirtió en la primera “víctima” de las aventuras espaciales, capitaneando una larga lista de animales que abrieron el camino para los posteriores descubrimientos. Entre 1948 y 1961, 48 perros, 15 monos y dos conejos fueron sacrificados con estos fines. Más de veinte de ellos murieron en accidentes imprevistos durante el viaje. Pero Laika fue el único animal intencionalmente enviado en lo que sería una muerte segura lejos del planeta Tierra.

La carrera espacial

En pleno apogeo de la Guerra Fría, Nikita Kruschev, líder moscovita que tomó el mando de la Unión Soviética dos años después de la muerte de Stalin, comenzó una explosiva carrera espacial contra Estados Unidos, disputa de supremacía sobradamente exhibidas en la propaganda de ambos países.

Las dos naciones pretendían ampliar sus redes de influencia en el mundo. Conquistar el espacio sería una manifestación de poder, fuerza, crecimiento y desarrollo tecnológico.

Grandes sumas de dinero dispuso Kruschev para la investigación espacial, pero la premura impedía un trabajo metódico y detallado. El 4 de octubre de 1957 entró en órbita el primer satélite ruso desocupado.

Emocionado y satisfecho, Nikita Kruschev le demandó al ingeniero responsable del programa espacial Sergey Korolev algo “grandioso y llamativo” para la conmemoración del 40 aniversario de la revolución comunista.

Pero en aquella época y pese a todos los recursos que Kruschev puso a disposición, aún no existía la tecnología necesaria para asegurar el retorno del satélite. Korolev entonces tuvo la “brillante idea” de enviar un perro al espacio. Desde un principio se supo que el destino del animal sería una muerte segura.

Durante años, el gobierno soviético difundió la noticia de que Laika había muerto, después de una semana en órbita sin sufrir dolor alguno. Hoy, sin embargo, se conoce que la perrita murió sólo seis horas después del lanzamiento. Una combinación de problemas respiratorios y un paro cardíaco después del supercalentamiento de la cabina, le habría provocado la muerte.

Recién en el año 2002, Dimitri Malashenkov, del Instituto para Problemas Biológicos de Moscú, presentó las primeras evidencias de las circunstancias de la muerte de la perra Laika.

 

Perros espaciales

Varios criterios eran utilizados en la selección de perros que pudieran ser enviados al espacio. Uno de ellos, el peso del animal. Debido al tamaño del cohete no podía superar los 7 kilos. Muy mimados y por lo tanto incapaces de alcanzar buenos resultados en los cursos de “supervivencia en situaciones graves”, los perros de raza y con pedigrí no eran considerados. ¿De dónde provenía entonces el “escuadrón de perros cosmonautas”? Principalmente de las calles. Laika, de hecho vagaba por Moscú cuando fue reclutada.

Por otro lado las hembras eran las preferidas de los especialistas, ya que se consideraban más disciplinadas, y como no levantan una pata para orinar, eran perfectas de cara al diseño de aquella cápsula. Finalmente los animales de pelo liso eran más adecuados que los peludos, pues era más fácil la instalación de sensores.

Para la travesía del Sputnik 2, se seleccionaron muchas perras. Diez llegaron a la prueba final de resistencia en la cámara de presión centrífuga, pero sólo tres sobresalieron: Albina, Laika y Mukhu. La primera estaba preñada y Mukhu tenía curvas poco fotogénicas en las patas. Solo quedaba Laika y fue ella la escogida para morir en el espacio y hacer historia.

La pequeña cápsula

El Sputnik 2 no fue técnicamente construido para aterrizar. En rigor se trataba de un cilindro de un poco menos de cuatro metros de altura y dos metros de diámetro. Laika sería enviada al espacio en una cápsula del tamaño promedio de una lavadora. Un dispositivo para la regeneración química del aire y un alimentador automático que abría dos veces por día la tapa de un recipiente con una mezcla de nutrientes gelatinosos, eran parte de la tecnología del satélite.

A Laika le implantaron dos sensores, uno en las costillas para medir su respiración y otro para medir su pulso en la arteria carótida.

Activaron además varios dispositivos para medir temperatura, presión y corazón. Días previos al lanzamiento, Laika fue puesta en una cápsula diariamente por varias horas, para que se acostumbrara a la situación.

La verdad sobre su muerte

En las evidencia presentadas por Dimitri Malashenkov en 2002, se conoció que los sensores implantados en Laika mostraron que, durante el lanzamiento, el ritmo de las pulsaciones de su corazón aumentó tres veces por encima del ritmo en estado de reposo, un indicador del alto grado de estrés sufrido por Laika en el trayecto al espacio.

Los sensores de temperatura, en tanto, mostraron que la temperatura de la cápsula donde estaba Laika llegó a pasar los 40 grados centígrados poco después del inicio de la misión. Apenas seis horas luego del despegue, los sensores registraron un paro cardíaco. Laika había muerto a causa del supercalentamiento de la cabina y del estrés.

El satélite con el cuerpo de Laika dio 2.370 vueltas en órbita antes de entrar en la atmósfera el 14 de abril de 1958 y arder.

Fake news

Durante toda la semana siguiente al lanzamiento, el gobierno soviético divulgó, mediante los periódicos locales, boletines informativos sobre la salud de la perrita que, en realidad, ya estaba muerta. La información que llegaba a la población hacía suponer que Laika podría regresar. En tanto, los medios internacionales se maravillaban con el logro soviético declarando su preocupación por la astronauta de cuatro patas.

Pero la noticia no podía guardarse por mucho tiempo y cuando la agencia de noticias soviética informó que Laika había sido sacrificada en órbita “por motivos de humanidad”, los defensores de animales del mundo entero se manifestaron con protestas. Miles de cartas fueron enviadas a Moscú y a las Naciones Unidas denunciando la “crueldad” del programa espacial.

Más y más pruebas con animales

Lo que sucedió con Laika y las críticas provenientes de todo el mundo no fueron suficientes para parar el progreso espacial. Con el objetivo de asegurar el lanzamiento de seres humanos, el uso de animales en pruebas continuó. La Unión Soviética utilizó perros, y después conejos. Estados Unidos, en cambio, uso monos.

Entre 1948 y 1961, la Unión Soviética, envió 48 perros al espacio, 20 de ellos murieron.

Los norteamericanos, en tanto enviaron 15 monos, ocho de los cuales perdieron la vida.

Los primeros seres vivos que regresaron a la Tierra, utilizando paracaídas, fueron los perros Desik y Gypsy (de la Unión Soviética, el 22 de julio de 1951) y el chimpancé Yorik (Estados Unidos, 20 de septiembre de 1951). Desik falleció una semana después de volver.

En 1966, cuando aún había dudas sobre la posibilidad de una larga permanencia de seres humanos en el espacio, la Unión Soviética envió el satélite Kosmos-110, con los perros Vaterk y Ugolkom. Ambos regresaron vivos, aunque extenuados, luego de permanecer 23 días en órbita.

El envío de animales al espacio comenzó a parar con el lanzamiento de seres humanos. Yuri Gagarin, que se mantuvo una hora y media en el espacio en 1961, dijo alguna vez que fue, al mismo tiempo, la “primera persona y el último perro en viajar al espacio”.

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