El mensaje para los líderes gubernamentales es claro

Si no invertimos en agua y saneamiento, corremos el riesgo de otra pandemia devastadora.

Los expertos han advertido que las enfermedades zoonóticas -que se propagan de los animales a los humanos- constituyen casi el 75% de las enfermedades emergentes. Además, la Organización Mundial de la Salud incluye una pandemia de gripe y otras enfermedades víricas de alto riesgo, como el ébola y el dengue, entre las diez mayores amenazas para la salud pública.  La pregunta no es si habrá otra crisis sanitaria mundial, sino cuándo será.

Catarina De Alburquerque, Directora Ejecutiva del Sanitation and Water for All

Sin embargo, a pesar de la amenaza inminente, el Índice de Seguridad Sanitaria Global de 2021 estima que los 195 países no están preparados para futuras pandemias, y 33 cuentan con planes de preparación y respuesta que incluyen consideraciones para las poblaciones vulnerables. Podemos dejar que esta información nos asuste o utilizarla para prepararnos. Y una solución política urgente para prevenir las enfermedades es el acceso universal al agua, el saneamiento y la higiene.

Del 18 al 19 de mayo, la alianza Saneamiento y Agua para Todos (SWA), junto con UNICEF, reunirá a los ministros los sectores de vivienda, construcción y saneamiento; ambiente, salud y economía de Chile, quienes tendrán la oportunidad de reunirse con sus homólogos de otros países en una Reunión de ministros de Sector organizada por el Gobierno de Indonesia en Yakarta. Uno de los temas centrales será cómo detener las enfermedades infecciosas, a través de la inversión en agua, saneamiento e higiene, y con acciones enérgicas sobre el cambio climático.

La higiene es la herramienta más eficaz para evitar la propagación de infecciones. En el Foro Económico Mundial 2021, se estimó que lavarse las manos con jabón y agua limpia disminuía el riesgo de contraer la COVID-19 en un 36 %.

Sin embargo, al inicio de la pandemia de COVID-19, 3 de cada 10 personas en todo el mundo y 2 de cada 3 personas en los países menos desarrollados no podían lavarse las manos en casa. Además, 1 de cada 4 establecimientos de salud carece de servicios básicos de agua y 1 de cada 3, carece de estaciones de higiene de manos.

En las Américas, según la OMS, 17 millones de personas carecen de servicios básicos de agua potable. En Chile, el 98.8% de la población urbana cuenta con servicio gestionado de agua potable a nivel nacional, que corresponde a 2 millones de personas de la zona rural y 16 millones de personas a nivel urbano. Según la UNICEF, alrededor de 206.955 personas solo cuenta con el servicio básico de agua.

Cuando una de las principales recomendaciones para contener un virus mortal es un paso tan sencillo, es inconcebible negar a un tercio de la población mundial este nivel básico de protección. Y quizás la mayor lección de esta pandemia es que nuestras comunidades son tan saludables como lo son sus miembros más vulnerables.

El acceso al agua potable es vital para la prevención de enfermedades. Casi 1.800 millones de personas utilizan agua potable contaminada, exponiéndose a contraer el cólera, disentería, poliomielitis o fiebre tifoidea ampliamente resistente a los medicamentos. 

Asimismo, de manera alarmante, en los países de bajos ingresos, solo el 8% de las aguas residuales se somete a algún tipo de tratamiento y los expertos estiman que más del 80% de las aguas residuales em todo el mundo no se tratan. Ello puede tener graves impactos en la salud humana, no solo al crear patógenos resistentes a los antibióticos, sino también a través de brotes de enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores. En este sentido, según recomendación de la OMS, es clave mejorar el agua y el saneamiento como primera línea de defensa.

Sin embargo, los servicios de saneamiento no solo son vitales para detener la propagación de enfermedades, sino también para comprender su impacto. Dado que la escasez de pruebas de COVID-19 dificulta la obtención de datos, la materia fecal ha proporcionado un indicador vital de la propagación de la pandemia. Según profesionales de salud de la Universidad de California en San Diego, el análisis de aguas residuales alertó a los investigadores sobre aproximadamente el 85% de los casos de COVID-19 en viviendas universitarias antes de que fueran diagnosticados, lo que les ayudó a detener una mayor infección.

Los líderes y los tomadores de decisiones tienen una opción. Nuestros errores durante la COVID-19 han demostrado el inmenso costo de la inacción, pero podemos aprender de ellos. Podemos invertir fuertemente en la prevención y mitigación de la pandemia, incluyendo la garantía de que las comunidades de todo el mundo tengan acceso a agua limpia y a servicios fiables de higiene y saneamiento. O podemos ignorar las catastróficas lecciones aprendidas, poniendo al mundo en grave riesgo de futuras amenazas a la salud pública.

No esperemos a la próxima pandemia para actuar. Hay otras crisis sanitarias mundiales que se están produciendo ahora mismo, responsables de la muerte de millones de personas, que pueden resolverse dando prioridad a la prestación de servicios de agua potable, saneamiento e higiene.

El mensaje para los líderes gubernamentales es claro: si queremos adelantarnos a la próxima pandemia, debemos invertir urgentemente en agua, saneamiento e higiene. Cualquier otra opción podría tener consecuencias devastadoras.

Catarina De Alburquerque

Directora Ejecutiva del Sanitation and Water for All

Ex Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre el derecho al agua potable y al saneamiento

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