Esas marcas en la piel que no se borran, pueden sin embargo, gracias a las nuevas técnicas, mejorar su aspecto hasta volverse casi invisible.
Por Francisca Vives K / @franvivesk

La piel es tan sensible a lo que ocurre a su alrededor que raramente se queda impasible cuando se expone a algún agente externo. Por ejemplo, cuando hace frío se nos eriza, o cuando nos exponemos durante un tiempo muy prolongado al sol sin protección, enrojece e, incluso, puede reaccionar con dolorosas ampollas. Ocurre lo mismo cuando la dañamos: se defiende y responde a la agresión con una marca para toda la vida. Generalmente es así como aparecen las cicatrices, un tejido fibroso que puede formarse por diversas razones: lesiones, una infección, cirugía, o inflamación del tejido. Y se caracterizan por ser una parte de tejido sin vellos, ni glándulas sebáceas, ni células pigmentarias. De ahí que el color y el aspecto de una cicatriz sea distinto al resto de la piel.
Asimismo, su apariencia puede variar según el tipo de piel de cada persona, la ubicación de la cicatriz, la dirección de la herida, el tipo de lesión, la edad e, incluso, el estado nutricional del paciente.
Para tratarlas, lo primero es identificarla y para ello la kinesióloga Paulina Espinoza de la Clínica Thompson y Clínica Vall Salud nos explica los distintos tipos que hay:
- Cicatrices normales: la lesión se ha sanado perfectamente y la cicatriz es fina y casi con el mismo tono que el resto de la piel.
- Atróficas: suelen responder a las marcas que, por ejemplo, deja el acné o algún proceso infeccioso como la peste cristal. Pueden reconocerse porque tienen el aspecto de pequeños hoyuelos. Esto es debido a que no se ha producido la suficiente cantidad de colágeno para formar nuevas fibras de tejido para que esa herida tenga el mismo aspecto que el resto de la piel. También se reconoce dentro de esta categoría a las estrías, cicatrices involucionadas, que visualmente se aprecian como grietas.
- Hipertróficas y queloides: Las hipertróficas son aquellas que se encuentran visualmente levantadas, con bordes bien delimitados y que no se expanden. A diferencia de las anteriores, en este caso la herida cicatriza con un exceso de colágeno. Este tipo de cicatrices pueden producir dolor y escozor. Las queloides son más abultadas, generalmente color rojo o púrpura y a veces hiperpigmentada.
LAS TÉCNICAS PARA ELIMINARLAS
Dado que, como vemos, existen varios tipos de cicatrices, así como formas diferentes de cicatrización de cada persona, hay también diversos tipos de tratamientos para tratarlas. Por ejemplo, y según explica Paulina Espinoza, en las atróficas, caracterizadas por la ausencia de tejido, ” hay varias alternativas, sin embargo, la microelectrólisis percutánea (MEP) sin duda es la alternativa más evidenciada y efectiva hoy, por ser menos invasiva y altamente efectiva.
Esta técnica MEP logra estimular la cicatriz por medio de una microcorriente galvánica que inflama y así estimula la regeneración natural del tejido.
Se puede complementar con radiofrecuencia para aumentar aún más la inflamación gracias a los beneficios de los aumentos de temperatura en la piel.
Para tratar las cicatrices hipertróficas, que se caracterizan por el exceso de tejido, se intentará “disminuir la cantidad de tejido, para lo cual, es clave la compresión correcta con materiales no irritantes para la piel como lo es la silicona. Existen en el mercado diferentes alternativas para compresión, pero en nuestra clínica, preferimos utilizar silicona dental moldeable para realizar las compresiones a medida e individualizada para cada paciente. El tratamiento médico para esto, es la infiltración de corticoides.
En ocasiones, la extirpación quirúrgica de la cicatriz será el mejor tratamiento para eliminarla. Pero, tal como indica el Paulina “es importante valorar si el paciente cicatriza mal o tiene tendencia a producir queloides, ya que en estos casos esta técnica no será buena opción”.
Para conseguir evitar o disminuir una mala cicatrización es importante que los cuidados de una herida, por ejemplo tras una cirugía empiecen desde antes de la retirada de los puntos. “Acudir a una kinesióloga o kinesiólogo especializados en el área dermatofuncional, es clave para comprimir desde un inicio con telas micropore y/o siliconas. Asimismo entregar la asesoría en cuanto a cremas o ungüentos correctos para cada fase de cicatrización y movilizar adecuadamente la cicatriz con terapia manual y fisioterapia.
Para aquellas cicatrices que son más oscuras (hiperpigmentadas) que el resto de la piel, Paulina explica que mediante peeling químico, peeling mecánico o peeling físico se pueden tratar atenuando además mucho el color oscuro. “Estos son materia de dermatología, cosmetología y kinesiología”, dice. Y agrega: En el peeling químico se aplica un ácido despigmentante acorde al tipo de cicatriz, en el mecánico se ‘pela’ la piel con un método abrasivo como la microdermoabración y el peeling físico es láser o luz pulsada intensa. Se realiza entre 3 a 6 sesiones según el caso.

Y qué pasa con aquellas cicatrices antiguas, como por ejemplo una cesárea que tiene años, ¿son posibles de tratar? Paulina asegura que tienen tratamiento, incluso si fueron hace 10 años o más. “Los resultados dependerán de la capacidad de regeneración del paciente y el compromiso con el tratamiento, ya que requiere al menos 10 sesiones, dado que generalmente en este tipo de cicatriz, encontramos adherencias significativas, pigmentaciones e hipertrofias. Estas tres áreas son tratables y mejorables”, dice la kinesióloga y resume: “Toda cicatriz es apta para tratar, no existen mejores o peores, ni tiempos para tratarla. Si la cicatriz incomoda tu autoestima, independiente del tiempo de esta, ya es momento para comenzar. Los resultados dependerán del tipo de piel, si él o la paciente fuma, edad y capacidad de regeneración del tejido”.
