JOHN LENNON: LAS ENSEÑANZAS DE LA MEMORIA

Benjamín Acosta, periodista

Por Benjamín Acosta / @benjaminacosta

¿Qué estaba haciendo el 8 de diciembre de 1980? Siempre he sido pésimo para recordar fechas. No memorizo muchos cumpleaños y es común que confunda algunas efemérides. Pero, a contracorriente de esas oleadas disléxicas, mi mente logra conservar fechas realmente especiales. Y aquella ocasión la tengo presente, si bien no con toda claridad por mi corta edad de entonces, no se ha desvanecido con el paso del tiempo debido a la música y a las emociones que genera por sí misma.

A lo que puede evocar toda esa información que la envuelve cuando consigues conectarla con anécdotas y asuntos biográficos de sus creadores. Datos que vas encontrando en el camino y que conducen hacia otra dimensión a todo eso que has escuchado una y otra vez, pero sin al menos una pausa para visitar el patio trasero de una obra terminada.

PRIMERA ESCALA

Los Beatles estaban presentes en la casa de mis padres eventualmente. Sabía que John Lennon era uno de sus cantantes y guitarristas, que además tocaba la armónica en “Love Me Do”, pero no mucho más que eso. Creo que por mi mamá llegó al tocadiscos el álbum Double Fantasy. Canciones como “(Just Like) Starting Over” y “Woman” se escuchaban con frecuencia cada vez que la aguja se paseaba una y otra vez sobre ese vinil cuya portada mostraba sin empacho a una pareja besándose. Pasarían muchos años para saber un poco acerca del ícono que representaban John y Yoko, pero lo que tenía claro era la reciente muerte de John. Un cintillo en diagonal con la leyenda “disco póstumo” en la portada recordaba el oscuro incidente.

SEGUNDO NIVEL

Mucho después, a finales de los noventa en Los Ángeles, me tocaría entrevistar a Cibo Matto, una banda de Nueva York liderada por una dupla de japonesas: Miho Hatori y Yuka Honda. En ese entonces Yuka era pareja de Sean Lennon, el hijo menor de John, quien justo había debutado con Into the Sun (1998), un álbum extraordinario. Al terminar la entrevista, comenté a Yuka que el disco me había sorprendido bastante. Quien además había fungido como productora de ese álbum, humildemente sonrió expresándome que le diría a Sean. “Le dará mucho gusto saberlo”, dijo sin titubear tras entregarle un ejemplar de la revista donde había reseñado el disco. ¿En serio? Se trataba tan solo de la opinión de un reportero e incipiente editor que en esos días trabajaba para una revista que se publicaba en español en Long Beach con un tiraje de apenas mil ejemplares bimestrales. Bueno, no pude dejar de experimentar una sensación de halago enmarcada dentro de lo que significa ser políticamente correcto. Como sea, fue emocionante además al echar mano de la teoría de los seis grados. Con toda seguridad, se trata de la ocasión que más me he acercado a John Lennon.

TERCER ESPACIO

Fue hasta 2010 que los Beatles realmente llegaron a mi colección de discos. Comencé con el álbum blanco y de ahí, poco a poco, completar la discografía y seguir la pista de las múltiples versiones, out takes y todas esas grabaciones que han sabido vender en nuestros días empaquetadas con mercadotecnia y enigma, con curiosidad y nuevas tecnologías que los hacen sonar mejor que nunca.

A la repisa acaba de integrarse Gimme Some Truth, la más reciente recopilación de canciones de Lennon y técnicamente renovada por Sean. Al escucharla regreso a mi infancia. Los días posteriores al asesinato de John me resultan ahora una serie de flashazos un tanto deslavados por el paso del tiempo. Sabiendo casi nada de él y su música, desconociendo por completo su activismo político, no dejaron de impactarme esas imágenes. La movilización de fans con velas y fotografías que llevaron a Central Park. El edificio Dakota no solo sería famoso por haber sido su última morada, sino por un hecho trágico. El acontecimiento pasó del shock inicial hasta ser la catapulta de la inmortalidad de su obra artística, humor ácido e ideología en temeraria oposición al stablishment..

Hasta entonces nunca había visto en la televisión un hecho real que me impactara de esa manera. Me dejó una sensación inédita: la despedida imprevista de alguien que no conoces pero que de cualquier manera te conmueve. El hasta pronto a un tipo ingenioso, personaje polémico y contradictorio, un ser humano con altas y bajas que no estuvo exento de la impulsividad ni de heridas emocionales, de vacíos y trampas sentimentales. Parte del engranaje de su motor creativo.


Sin querer, las noches posteriores a ese día, me fuí a dormir con una sensación que después sabría que se llama empatía y que surge a pesar del ruido que a veces invade nuestros días. Así es, “la vida es aquello que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

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