Por Olguita Mallo / @olguitamallo
Ayer amanecimos con la esperanza de una luz al final de este largo túnel que ha sido el 2020, una luz que tardaremos en alcanzar, que no llegará de un día para otro pero que tiene la fuerza de una promesa. La aprobación del uso masivo de la vacuna contra el Covid – 19 por parte de las autoridades sanitarias del Reino Unido, siendo el primer país que da este paso, sería la “ruta hacia la normalidad” dijo el Primer Ministro Boris Johnson. Esa vieja normalidad que todos añoramos, un mundo sin rostros ocultos, sin temor de abrazar a los que amamos, con espacios de arte abiertos, con la libertad de ver a los amigos y todo aquello prohibido en la “nueva normalidad” a la que ya empezamos a acostumbramos porque sí, después de todo somos animales de costumbres y la mayoría de nosotros nos hemos sorprendido de nuestra propia resiliencia. Cuando miremos hacia atrás en algunos años, quizás incluso solo meses, se nos revelará lo fuerte que fuimos, lo valientes, lo creativos y probablemente nos preguntaremos cómo lo hicimos. Pero aún queda por recorrer de este camino y cómo dijo el subdirector médico del gobierno inglés Jonathan Van Tam “la llegada de la vacuna no es un boleto de salida inmediato a esta crisis”
La mayoría de nosotros esperaremos con ansias aquel mensaje de texto de la NHS (Servicio Nacional de Salud) en nuestros teléfonos, aquel que avisará que es nuestro turno de recibir la famosa vacuna y que en mi caso no llegará antes de febrero. Primero serán los trabajadores de la salud y los residentes de hogares de reposo, luego los mayores de 80 años, para seguir con los casos de ciudadanos vulnerables y comenzar con el resto de la población a comienzos del próximo año. La inmunidad no llegará antes de un mes en cada caso, pues la vacuna se inocula en dos dosis que se administran con tres semanas de diferencia y el efecto de los anticuerpos se asegura solo 15 días después. Es por eso que si bien una sonrisa iluminó muchos rostros ayer aquí en El Reino, la reacción no fue de euforia, sino más bien de cierta complaciente resignación. Queda un largo, húmedo y oscuro invierno con restricciones que, aunque razonables en un país con los números de casos y muertes aún fuera de control, ponen duras limitaciones a la celebración de las festividades que con tanta alegría suelen comenzar a celebrarse desde ya en cualquier año normal. Y volvemos a esa palabra que ya tanto confunde durante este 2020, en que ya no sabemos qué es normal.
El Reino ama los rituales de fin de año y ya nos perdimos la gran fiesta de las fogatas el 5 de noviembre, lo más parecido a un 18 de septiembre chileno que hay por estos lados. Y es que noviembre fue un mes de confinamiento total por lo que la celebración de Guy Fawkes, este rebelde que intentó fallidamente volar el parlamento en esa fecha del 1606, fue suspendida. Es una fiesta de alegría con aires paganos, en que se toman los primeros sorbos de “mulled wine” (un vino especiado con canela), se prenden gigantescas fogatas con figuras de Fawkes ardiendo en medio de la campiña y parques y fuegos artificiales alumbran los cielos de Gran Bretaña entera. Es una fiesta comunitaria y no le va bien una celebración solo con la burbuja social. Fases, burbujas, palabras que se han convertido en parte vital de nuestras conversaciones y que serán frecuentes en este diciembre poco navideño que ya vivimos.
Como decía las tradiciones son parte fundamental del Reino. Primero se iluminan las calles y se instalan los adorables mercados navideños. Luego, de a poco las vitrinas se van llenando de Father Christmas, nombre con que se conoce acá al americano Santa Claus, y mil adornos que compiten en ingenio. Los británicos en esta época también se compran los algo cursi sweaters navideños con renos luminosos, o sonrientes viejos pascueros tejidos sobre verdes y rojas lanas y créanme, los usan. Otra costumbre que este año nos saltaremos son las Christmas Parties, que comenzarían a principios de este mes y cuyos lugares de celebración son reservados desde septiembre. Estas fiestas no tienen nada que ver con la Navidad en sí, sino que son para festejar con los compañeros de trabajo o con los diferentes grupos de amigos, porque esa idea del flemático británico es un cliché perdido en las novelas de Agatha Christie. Nadie festeja como este pueblo. Por eso la noticia sobre la vacuna ayer, se vio opacada por la declaración del Primer Ministro de que no se levantarán las restricciones y sólo tendremos 5 días de relativo relajo en las reglas: entre el 23 y el 27 de diciembre las familias se podrían juntar siempre que esto no implique más de seis hogares o burbujas en la reunión. Ya se habla de Navidad por videollamada en algunos casos y recuerdo cuando escribí aquí mi primera columna por allá por abril cuando acababa de celebrar mi cumpleaños por Zoom y aún parecía exótico y especial y diciembre se veía tan lejano.
Por ahora sólo puedo visualizar el feliz momento en que me llegue aquel mensaje de texto de la NHS que invite a vacunarme en mi consultorio más cercano. Ese será mi primer y único pedido a Father Christmas esta Navidad y que la fórmula se extienda a Chile y al mundo, que llegue esa promesa cumplida porque nos portamos bien, nos sacamos buena nota, nos adaptamos y aprendimos las disciplinas más impensables algunos, pero lo que más aprendimos fue a mirarnos por dentro porque afuera la cosa no estaba.