Guerras, tratados, crisis y estadillos sociales. Eso y más fueron parte de un reinado a cargo de una mujer, la que se tuvo que abrir paso en medio de un ámbito predominado por hombres y cargando el jamás haber sido educada para reinar.
Por Berni Cruz @bernicruzmr
El pasado 8 de septiembre el mundo de sorprendió al saber de la muerte de Isabel II, monarca del Reino Unido y de 16 estados independientes, figura política importante en los 54 países que conforman la Mancomunidad de Naciones y cabeza de la iglesia anglicana.
Si bien ya tenía 96 años y llevaba meses haciendo pocas apariciones públicas, la noticia tomó por sorpresa. En cosa de horas, la BBC interrumpió sus transmisiones y sus conductores de noticieros comenzaron a vestir de negro. Mientras la Familia Real llegaba de urgencia al castillo Balmoral en Escocia… Era el adiós a Isabel II, la monarca más longeva a la cabeza del Reino Unido y la que más años estuvo en el trono.
La noticia recorrió el mundo, incluso en países como Chile donde el concepto de monarquía no puede estar más lejos a la realidad nacional. Pero ¿por qué su muerte provoca tanto revuelo?
Para comprender la importancia de Isabel II hay que poner su reinado en contexto. Su educación estuvo más ligada a la aristocracia que a la realeza y recién cuando su tío Eduardo abdicó dejando el trono en manos de su padre, el rey Jorge VI, comenzó a relacionarse con un mundo marcado por la presencia masculina. Incluso, en 1936 fue nombrada princesa pero no heredera al trono ya que si llegaba a tener un hermano, este tendría que cumplir con el rol de monarca. De hecho, en cientos de años de historia, fue la sexta en ascender el trono británico.
Lo cierto es que el juramento de servicio que realizó aquel 2 de junio de 1953 en la Abadía de Westminster y visto por televisión por más de 120 millones de personas, la hicieron participar de importantes decisiones y momentos históricos de distinta índole. Porque Isabel II no solo llevaba una corona sobre su cabeza sino también una serie de tareas que debía cumplir como Jefa de Estado que abarcaban desde materias de política interna hasta asuntos internacionales. Además, su figura influía en todos los sectores estatales. Las leyes, por ejemplo, eran decretadas en nombre de la monarca, en los juicios los fiscales la representaban, y las fuerzas armadas le obedecían por estamento.
Y si bien Carlos deberá asumir ahora esos roles, no deja de sorprender que su voz haya sido escuchada por 14 primer ministros, que haya enfrentado la peor crisis ambiental con una neblina de humo que mató a más de cuatro mil personas en Londres en 1953, que haya firmado acuerdos entre naciones, expuesto ante la ONU y que incluso enviara un mensaje al espacio con la misión Apolo XI, cuando el hombre llegó a la Luna en 1969. “En nombre del pueblo británico, reconozco las habilidades y el coraje que han llevado al hombre a la luna. Que este esfuerzo aumente el conocimiento y el bienestar de la humanidad”, señaló.
Para los británicos Isabel era la monarca y también un sello nacional. Una de las mujeres más emblemáticas del último siglo que, a pesar de ciertos escándalos familiares, logró estar siempre en las preferencias de los ciudadanos. A veces, usando su alto nivel de convencimiento, otras apelando al humor, como con la parodia de James Bond que realizó junto al actor Daniel Craig para los Juegos Olímpicos de 2012. Y otras veces, utilizando su mejor arma, mantener silencio como lo hizo para la discusión del Brexit en 2016.
Lo cierto es que según los resultados de las encuestas, más de un 80% de los británicos se declaraba satisfecho con su rol.
“Todo un personaje” dijo Wiston Churchill cuando la conoció y ella solo tenía 2 años.
Y así lo fue.