En la Semana de la Moda de París, Chanel presentó su colección Primavera-Verano 2026 como una declaración de amor y libertad. Una conversación imaginaria —y profundamente simbólica— entre su nuevo director artístico de Actividades de Moda, Matthieu Blazy, y la fundadora, Gabrielle Chanel, la mujer que transformó para siempre la idea de elegancia y emancipación en la moda.
“Chanel es amor. El nacimiento de la modernidad en la moda surge de una historia de amor”, reflexiona Blazy. Y es precisamente esa emoción la que recorre toda la colección: un diálogo atemporal entre el trabajo y la pasión, entre lo masculino y lo femenino, entre lo clásico y lo que está por venir.


Un paradoxe
La historia comienza con una camisa y un pantalón: piezas tomadas del guardarropa masculino, reinterpretadas como símbolos de libertad. Tal como Gabrielle Chanel se apropió de las prendas de Boy Capel, su gran amor, Blazy rescata esa herencia para construir un nuevo lenguaje. Las camisas creadas en colaboración con la histórica casa Charvet se acompañan de trajes de corte masculino, cadenas de peso y proporciones que equilibran fuerza y fluidez.
El tweed —británico en espíritu y eterno en Chanel— se reconfigura: ágil, preciso, contemporáneo. En este universo, el pragmatismo no renuncia al encanto; el tiempo del trabajo convive con el tiempo del amor. Las sedas caen, se anudan y se drapean; los tejidos transitan del día a la noche en un movimiento que celebra a la mujer moderna. No algo, sino alguien.
Le jour
El día en Chanel transcurre entre recuerdos y renovaciones. Las piezas icónicas se reeditan con la naturalidad de lo vivido: el bolso 2.55 aparece arrugado y amado, con su interior burdeos expuesto; las camelias se marchitan con elegancia sobre trajes de seda; los tweeds deshilachados se transforman en bordados contemporáneos.
La arquitectura de la casa se convierte en inspiración visual: líneas gráficas en blanco y negro evocan el Art Déco, la pureza del packaging Chanel, y se traducen en tejidos fluidos y luminosos. Las flores —símbolo eterno de la maison— se liberan de su forma literal y florecen como pinceladas abstractas sobre la tela.


L’universel
En el tramo final, la colección se abre al mundo. Chanel viaja sin fronteras, dialogando con su pasado mientras proyecta un futuro libre. Los códigos masculinos reaparecen suavizados: blusones, chaquetas redondeadas, mezclas de texturas y materiales que revelan una obsesión por el detalle artesanal.
Los tweeds se reinventan en transparencias y tejidos anudados a mano, revelando la arquitectura del traje Chanel. La joyería —auténtica y simbólica— se convierte en protagonista: perlas barrocas, planetas de vidrio y cadenas esmaltadas orbitan alrededor del cuerpo. En los pies, la clásica punta contrastada se eleva en tacones reales, firmes, listos para avanzar hacia el porvenir.
La colección completa es un manifiesto sobre la libertad: la libertad de vestirse sin género, sin frontera, sin tiempo. Una herencia que no pertenece a una sola mujer Chanel, sino a todas las mujeres Chanel.


